Experiencia en Perú

Nombre: Diana Cuenca García y Pablo López Francés | Localización: Lima, Perú | Año: 2012

El trabajo que realizamos en la casita es muy variado: desde ayudar en la cocina, hasta organizar tómbolas y cualquier tipo de evento para recaudar dinero. A los chicos les ofrecemos apoyo escolar, terapias psicológicas, trabajo con las familias, además de actividades de ocio y tiempo libre.
   
“Antes de irte quiero una foto contigo. De todas las personas que han hecho algo por mí, o simplemente se han preocupado, guardo una fotografía para poder recordarlas siempre. Tú eres una de esas personas. Gracias.”

Solo con esta frase se puede resumir lo que cada día vivimos aquí. Sesenta caras, sesenta corazones, sesenta vidas compartidas… Cuando un chico te dice una frase como ésta, te dan más fuerzas para seguir trabajando por ellos y te recuerda el motivo por el que estás aquí.

 La mayoría de estos jóvenes nunca tuvieron buenos modelos en sus vidas… Difícilmente sintieron el cariño de una madre, la protección de un padre o la compañía de un buen amigo… Difícilmente comprenden lo que es un hogar, por lo que muy trabajosamente entienden lo que es esa cálida sensación de familia.  Se pierden entonces la mejor experiencia humana, donde tiene lugar el aprendizaje más importante para la vida de toda persona: la adquisición de los valores humanos…

Aquí intentamos compensar esa falta.  Hilvanamos y entretejemos nuestras vidas y lo que cada uno de nosotros somos para que puedan llegar a sentir eso.  Para que puedan aprender valores de la mejor forma posible: no a través de formaciones ni complicadas explicaciones, sino a través de la experiencia directa, la convivencia cercana de personas que les cuidan y que pretenden vivir acordes con tales valores.  En un lugar como éste, entiendes que el trabajo con personas es esencialmente humano, es decir, que en él interviene principalmente no tanto lo que sabes o tienes, sino especialmente lo que tú eres y cómo lo transmites a través de tus acciones y actitudes.

Cuando llegas aquí, vienes con fuerzas, con ideas, con ganas de dar todo lo que tienes o sabes, creyendo que en esto está la respuesta a sus necesidades. Pero al cabo de un tiempo de estar con ellos, te das cuenta de que ser voluntario no implica dar, sino compartir. Quien da es alguien que tiene y que regala al que no tiene, pero quien comparte, lo hace desde la igualdad, desde la cercanía, la preocupación y la fraternidad. Esta es nuestra tarea para con los jóvenes que ayudamos: compartir… Nos levantamos con ellos, trabajamos con ellos, comemos con ellos, reímos con ellos y también estamos con ellos cuando algo les ocurre… Al final, terminamos siendo sus “baterías” o sus “causitas”, como dicen ellos. Pero, en realidad, somos algo mucho más importante… Somos personas de referencia, de quienes aprenden cómo vivir, y a su vez ellos son también para nosotros personas muy importantes, de quienes aprendemos a ser más humanos.

La casa de Breña alberga a chicos de entre 13 y 22 años en situación de riesgo social: por problemas económicos, pandillaje, drogas y/o familias disfuncionales. Se les brinda estudios primarios, secundarios y superiores, comida, ayuda médica, ropa, etc.  Es decir, todo lo que necesiten…

El trabajo que realizamos en la casita es muy variado: desde ayudar en la cocina, hasta organizar tómbolas y cualquier tipo de evento para recaudar dinero. A los chicos les ofrecemos apoyo escolar, terapias psicológicas, trabajo con las familias, además de actividades de ocio y tiempo libre.

Pero aquí no solo convivimos con los chicos, sino con más voluntarios, educadores y trabajadores que participan del trabajo de esta Comunidad.  De hecho, tan solo durante este año, han pasado por esta casita: polacos, alemanas, italianas, eslovacas, vietnamitas… Toda una gran variedad de culturas y de personas, que enriquecen enormemente esta experiencia, pues sin ellos nada hubiera sido igual ni para nosotros ni para los miembros que componen esta gran familia.

Finalizando esta experiencia, lo único que podemos decir es GRACIAS.  Gracias a la ONG, gracias a nuestras familias, gracias a nuestros amigos, gracias a las personas que en un futuro no muy lejano se animarán a vivir lo que nosotros vivimos hoy día; pero, sobre todo y más importante, gracias a los chicos por hacer de este año algo único e inolvidable.

GRACIAS…


Diana Cuenca García y Pablo López Francés

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