Ya es época de navidad. Se acercan las fechas en que brotan las campañas solidarias. Están en todos lados: en la televisión, en los colegios, asociaciones de barrio, parroquias, grupos juveniles, etc. Se emprenden multitud de iniciativas solidarias para ayudar a los más desfavorecidos.
La navidad representa el espíritu solidario por excelencia. Eso nadie puede ponerlo en duda. Creo que si les pongo un ejemplo de cualquier campaña que se realice, en cualquier punto de España, nadie duda de la buena intención con la que se hace, sobre todo en las fechas que indicamos. Las campañas de recogida de ropa, de alimentos, de regalos para que ningún niño se quede sin juguetes, y mercadillos solidarios. Todas tienen detrás la motivación de ayudar, pero ¿esto es suficiente?
Creemos que ese espíritu solidario, no ha de ser meramente caritativo, sino que ha de ser educador y transformador. Educador, porque la solidaridad se educa y se aprende. El modo en que ayudamos y la forma en que nos posicionamos frente al otro, condiciona nuestra forma de ayuda y nuestras motivaciones para la misma. Transformador, porque un espíritu solidario que no es crítico con la realidad, que no propone mejoras y hace implicarse y participar a las personas, no cambia nada, ni en ellas, ni en la sociedad.
En este punto traigo aquí, la reflexión de Luis Aranguren, que nos habla de cuatro modelos de solidaridad que coexisten en nuestra sociedad. Sobre ellos queremos reflexionar hoy.
Solidaridad como espectáculo
En este modelo de solidaridad, se equipara con el altruismo indoloro. Son aquellas experiencias solidarias que nos nos cuestan nada. Le vemos sentido, sentido porque tiene un rostro amable y eso nos hace sentir a gusto. No me plantea romper con mi área de confort. No cambia nada en mí. Ayudo porque así me siento bien, aliviado moralmente. El resumen de este tipo de solidaridad, serían aquellas iniciativas, donde cuanto más trágica sea la causa por la que se busca ayudar, y generar el consumo solidario de audiencia, más éxito se obtendrá en la respuesta. En definitiva, quien maneja e instrumentaliza ese modelo de solidaridad es el mercado y sus leyes de máximo beneficio.
Solidaridad como campaña
Las campañas de solidaridad remiten a la denominada ayuda humanitaria, una ayuda que no resuelve los problemas de fondo ni sus causas estructurales. La solidaridad centrada en campañas que no se insertan en procesos de acción-reflexión-acción está destinada a quedarse en la superficie de los problemas, sin traspasar el umbral que se interroga por las causas que generan las tragedias que intentan paliar y que yendo más a fondo se podrían evitar y transformar.
En este sentido, es una solidaridad que comienza y acaba en la ayuda concreta y que se desentiende de los procesos. Nos encontramos aquí con una moral sentimental-mediática en la que prevalece la simpatía emotiva hacia las víctimas de las tragedias.
Solidaridad como cooperación
Este tipo de solidaridad promueve la ayuda a proyectos de cooperación al desarrollo. La colaboración con este tipo de proyectos deja de lado la visión de la transformación social que tiene en la vida de las personas. Se centra en una forma de colaboración meramente económica y no se pone de relieve la participación de la comunidad en el proyecto, ni la implicación de las personas, ni los cambios reales que significan en sus vidas. De este modo se puede caer en la tentación de convertir ese tipo de cooperación en un fin en sí mismo, perdiendo el horizonte de cambio social que ha de perseguir todo proceso de desarrollo.
Solidaridad como encuentro
La solidaridad como encuentro significa la experiencia de encontrarse con el mundo del sufrimiento y de la injusticia y no quedarse indiferente. Significa tener suficiente capacidad para pensar y para analizar lo más objetivamente posible, esa realidad inhumana en la que vivimos, sin que el peso de ese análisis nos desborde. Y significa vivir de modo que la solidaridad constituya un pilar básico en nuestro proyecto de vida.
Este modelo de solidaridad nace de la experiencia del encuentro con la realidad del «otro» herido en su realidad de persona y tratado como no-persona, como cosa. Se trata de potenciar los procesos de promoción y crecimiento de las personas y colectivos con los que se realiza la acción solidaria. Definitivamente se trata de poner en el centro a las personas, entendiendo que son sujetos de derechos y no ver a la persona como un conjunto de necesidades.
Ninguna acción es neutra, y siempre consciente o inconscientemente, estamos integrando elementos de estos cuatro modelos. Estos modelos de solidaridad, nos han de hacer reflexionar sobre cuáles son los elementos que integramos en estas actividades solidarias. Solo siendo conscientes y haciendo un ejercicio crítico de nuestras prácticas solidarias, podremos re-enfocar aquellas acciones que planteamos.
Unida a esta reflexión, queremos invitar a todos y todas aquellas personas que van a iniciar una actividad solidaria, en estas fechas, o durante el año, a tener en cuenta dos sencillos aspectos, que le añaden valor a lo que realizamos e impulsa esa solidaridad transformadora.
1. Darle un enfoque local-global
Con esto queremos potenciar la visión interdependiente de los problemas que hay en el mundo analizando sus causas no sus consecuencias. Al hablar de pobreza o hambre o alimentación, queremos que las personas comprendan que la pobreza existe en muchos países del mundo y sus causas son las mismas, aunque las consecuencias, sean obviamente diferentes en cada país.
Por otro lado, es importante hablar de derechos y no de necesidades. Que una persona tenga asegurada su alimentación y vivienda es un acto de justicia y es hacer efectivo su derecho a una vida digna. Desde este enfoque nuestra motivación a ayudar cambia radicalmente.
2. Trabajar en red
Se trata de abrirnos a nuestro entorno social más próximo, colaborando con entidades sociales, ONGD, u otras, en nuestro barrio o ciudad. Esto nos va a permitir conectar con nuestro entorno, conocerlo, implicarnos, y además estas organizaciones nos pueden ofrecer una visión realista de los problemas sociales y globales de nuestro mundo actual.
No queremos perder de vista que todas estas acciones son necesarias. Pero no hagamos solidaridad de temporada. Si realizamos acciones aisladas o de forma puntual, generamos el consumo de una solidaridad que no genera cambios, y tiñe de motivaciones asistencialistas lo que hacemos. En muchas ocasiones nuestras acciones no conllevan una reflexión ni la participación directa en lo que se hace. Démosle la vuelta a lo que planteamos. Seamos capaces de reinventar nuestra solidaridad, implicando a las personas, para que se generen cambios en ellas, para que sean críticos con la realidad, y seamos agentes promotores de una solidaridad transformadora, que impulse ciudadanos y ciudadanas comprometidas, y sobre todo, que promueva el encuentro con la otra persona, desde la empatía, la alegría y la esperanza de construir un mundo más justo.
Con todo ello, esperando que brote desde el encuentro con el otro nuestra solidaridad en esta época y durante todo el año, les deseamos una Feliz Navidad.