Los programas socioeducativos de los oratorios de Ciudad Juárez. Entrevista con Juan Carlos Quirarte.

El salesiano Juan Carlos Quirarte Quirarte

El misionero salesiano Juan Carlos Quirarte lleva cuatro años y medio en Ciudad Juárez. Y antes, estaba en Brasil. Para él, en el momento en el que estaba terminando su Doctorado en Antropología, estaba llamado «sobre todo por los estudios de tipo social. Fue por eso que también le comentaba al inspector sobre Ciudad Juárez. Pero también estaba interesado en cualquier otra ciudad fronteriza, ya que era una oportunidad. Sobre todo por lo que estaba realizando en la investigación, que era mucho sobre voluntariados, las ONGs y la vinculación de un discurso público sobre las prácticas sociales».  Actualmente es Director de Desarrollo Juvenil del Norte, obra salesiana en Ciudad Juárez.

La realidad social de Ciudad Juárez

De Ciudad Juárez sostiene que «existía y sigue existiendo violencia, pero que también ha sido fruto de todo un proceso histórico que se ha dado en la ciudad por diversos factores». En este sentido, nos dice: «yo noté un ambiente en el que todavía había temor en las noches y no había nada de tránsito. Digamos que como a las nueve de la noche estaban muy desoladas las calles y se sentía sobre todo paranoia, porque estaban todas las corporaciones policíacas ahí. Entonces, sí que había redadas. Nuestros oratorios, que están en la periferia, se encontraban en rutas en las cuales siempre había inspección. Eran agentes que miraban que no trajésemos armas, etc. Pero digamos que lo de andar en las calles… o sea, el día cotidiano era realmente muy tranquilo, porque ya no existen aquellas rivalidades de pandillas que años atrás existían y que de alguna manera los oratorios lograron transformar, pero… se notaba ese ambiente… digamos, de hastío, de desaprobación de la policía, de más sospecha hacia ellos que a otros… de diferentes conflictos».

El trabajo de los salesianos: los oratorios

La obra salesiana de Ciudad Juárez contaba ya con veinte años de presencia cuando Juan Carlos llegó. Es decir, contaba con una gran infraestructura y con un trabajo muy bien desarrollado por los salesianos antecesores.

Actualmente su comunidad atiende y diferencia tres presencias. De hecho, es peculiar porque «cada una de ellas es un oratorio, un centro juvenil. Quizá, como pocos en el mundo, porque solo tenemos oratorios. Es decir, no son colegios o templos. Los inmuebles, los tres, son precisamente centros juveniles y están abocados totalmente para ello: los siete días de la semana, todos los días del año. Abrimos muy temprano, entre la nueve de la mañana hasta las diez y media de la noche».

En primer lugar, «lo complicado era precisamente presentar qué es un oratorio. O sea, con el lenguaje, para alguien que no esté familiarizado con nosotros… Le podemos hablar de 20.000 actividades y se pierde. Entonces hicimos en el trabajo de rediseño de la obra una especie de reconfiguración de nuestros servicios y los agrupamos en tres programas socioeducativos».

Su trabajo fundamental «va sobre todo a la parte de prevención, de propiciar alternativas, diferentes accesos para los chicos, prioritariamente, estamos atendiendo aproximadamente 7.000 jóvenes mensualmente y también a sus familias».

Los diferentes programas socioeducativos y sus objetivos

Tienen tres programas socioeducativos que abarcan una gran diferencia de años. Sin embargo, «nuestro grupo mayor de atención es entre los 6 y los 25 años. Ese es nuestro radio más fuerte».

El primero de los programas, “Centros Juveniles”, fomenta la asociación y está relacionado con todas las actividades que se realicen en grupo o equipo. Es decir, deportes, grupos juveniles, etc. La idea es que exista un trabajo de colaboración entre los jóvenes, sea cual sea la finalidad de la unión.

El segundo va destinado a propiciar alternativas y diferentes accesos a los jóvenes. Es lo que han denominado “Corredor Recreativo Cultural”, puesto que aquel muchacho que «recorre los tres oratorios está haciendo todo un corredor», desde lo recreativo a lo cultural. En este programa tienen talleres y actividades muy diversas, desde el baile, las artes marciales, la oportunidad de aprender alguna habilidad artística, hasta poder practicar el skate, el triciclo, la burbuja de plástico, las tirolesas, el rapel o la escalada. Sin embargo, «todo esto, que son cuestiones muy caras, pero que con diferentes proyectos pudimos sacarlo adelante, dieron un giro a la fisionomía y digamos que resultó más fácil para los donantes ver que tenemos estos tipos de programas. Es decir, realizar todo lo necesario para atraer a los chicos para recrearse en ambientes como Ciudad Juárez, porque no hay espacios para ello, o inclusive, sí los hay, pero no son atendidos».

Por otro lado, uno de los oratorios funciona como un campamento urbano diario al que van las escuelas « intentamos que sean escuelas de clase media o alta y, así, esos grupos de muchachos que vienen se juntan con ambientes muy diferentes, muy populares, muy pobres, para precisamente hacer esa cercanía y romper con ese estigma. Entonces juegan juntos a diversos juegos colectivos y organizados».

El tercer programa es el llamado “Brigada de la Alegría” y el objetivo principal es fomentar la participación en un compromiso. Por ejemplo, uno de los voluntariados que llevan a cabo «es conformar grupos y salir a la calle. Es un proyecto de salida, que va más allá de los oratorios. Vamos a los barrios a hacer juegos colectivos en las calles o en diferentes espacios públicos. Y se acaba con una merienda y las Buenas Tardes. Dura como dos horas y acaba juntando unos 50 o 60 niños más o menos. Lo interesante es que, de pronto, como se hace mucho ruido, acaba saliendo algún papá, mamá o abuelo… y acaba jugando. De hecho, la intención es que acabe jugando. Ya sea sosteniendo la pañoleta, silbando cuando saquen o siendo la base de algún juego. Algo. Llegamos en la camioneta con bocinas, con banderas, con silbatos, haciendo ruido… Este es el trabajo más fuerte en el que van con nosotros los voluntarios. Además, es un programa en expansión y se fomenta en otras ciudades. Les gusta y se quiere hacer en parroquias. Es un modelo de intervención en la calle que estamos compartiendo». Por otro lado, encontrar la financiación para estos programas siempre ha sido un problema al que se tienen que enfrentar y una dificultad que siempre está patente.

Los muchachos y muchachas de los oratorios

Haciendo referencia directamente a la vida familiar de los muchachos y muchachas, es necesario tener presente que «la mayoría de ellos viven situaciones de violencia doméstica, de carencia de atención porque la mayoría de los papás, cuando están los dos… o, incluso cuando solo hay uno, se enfrentan a horas de trabajo muy crueles. La máquina absorbe, además, más de ocho horas porque, aparte los traslados, que son muy largos, hay que tener en cuenta los horarios de los camiones que van por ellos. Hay algunas mamás que tienen que levantarse a las tres y media de la mañana para salir a trabajar».

No obstante, a los oratorios van muchos jóvenes de una diversidad muy amplia: tanto de un ámbito muy popular, como de chicos de clase media. Así, «es un fenómeno bastante interesante porque fluctúa y se mezcla toda una diversidad de estratos socioeconómicos» que, aunque al principio fue duro, ahora han conseguido una convivencia cordial.

Sin embargo, son conscientes de que muchos jóvenes no van a los oratorios por miedo. Por las diferentes pandillas, bandas o grupos. Aunque después, se respetan y conviven. En general, la evolución de un niño que acude al oratorio es notable. Hay resultados, por eso siguen trabajando. En este sentido, Juan Carlos afirma: «creo que lo que más les falta es la parte de los afectos… o sea, creo uno siempre tiene que tocar esas fibras. Sobre todo porque muchos de ellos no se sienten atendidos. O, ya de por sí, sienten que son vistos como malos, feos o peligrosos. Y, de pronto, saberse y sentirse importantes para alguien o, que le son valiosos para alguien, les cambia totalmente, o sea… empiezan a ser distintos. No es tan fácil, pero sí ocurre y empiezan estos cambios en muchos de ellos. Sobre todo porque nos hemos topado con muchos niños que son usados por los más grandes para robar o para avisar de que llega la policía. Entonces, es estar con ellos, el que no nos importe otra cuestión secundaria. O sea, no meter los juicios morales ni nada. Simplemente ganarnos su simpatía, acompañarles a sus casas, empezar a involucrarnos en sus vidas… el hecho de revalorizarse a sí mismos mediante la mirada del otro y luego aceptar ellos mismos a otros entre ellos. Acá alguno está comprometido, haciendo voluntariados. Van a todos lados. Ya empiezan ellos a ser “los que hacen” en otros lados».

La importancia del compromiso de los voluntarios

Juan Carlos Quirarte es consciente y agradece el trabajo, la implicación y las ganas de seguir adelante en lo que se refiere al compromiso juvenil en los diferentes proyectos de los que nos ha hablado. De hecho, en este sentido, sostiene: «en mi realidad, Ciudad Juárez nació con voluntarios. Pero antes, llegó un momento de desgaste y también de miedo. Desde el 2008 empezó a bajar muchísimo el número de voluntarios y luego ya no venían. Después, cuando yo llegué a Ciudad Juárez, había cero voluntarios. En los cuatro años que llevo, creo que han pasado cerca de setenta. Y, ahorita, tenemos ocho ahí morando con nosotros. Aunque no ha habido ningún problema con nuestro trabajo en calle. Pero por ejemplo, las mujeres voluntarias, que son jovencitas, de unos 20 y 25 años, están tranquilas en este sentido. En todo momento evitamos ciertas horas y lugares».

Las historias que marcan el camino

Para Juan Carlos, una de las historias que con más cariño recuerda es la de «un chico, el Demon que… bueno, siempre tenía sus altibajos. Que llegaba allí siempre drogado y acabó cada vez más metido en el oratorio, hasta el momento en el que, inclusive, dejó las drogas y acabó siendo parte de los grupos de los que siempre decía: “estos son los ñoños” y, al final, acabó siendo uno más de ellos, yendo inclusive a las salidas de Juárez. Porque cada año nos encontramos todos los oratorios de nuestra provincia para “competiciones” deportivas, pero entre comillas, porque son realmente convivencias. Así, hospedándose con las familias de allá, se asombraba, porque le había tocado una familia donde había una muchacha súper guapa que lo estaba atendiendo muy bien y era una familia económicamente mucho mejor… y todo eso le llevo a decir “pero, ¿por qué me tratan tan bien?” pues… Entonces sí, al final, acabó pidiendo que lo bautizáramos porque no tenía ningún sacramento. Estaba muy peleado con su familia, que lo había dejado y estaban en otra parte del país. Se bautizó, hizo la primera comunión y llegó un momento en el que inclusive ahorró y pudo ir a visitar a su familia y reencontrarse con ellos. Todo esto no es lineal ni vertical ascendente. Tuvo sus recaídas y momentos difíciles, momentos en el que se enojaba conmigo y me gritaba. Pero luego estaba bien. Y ahorita inclusive se casó y tiene un bebé».

Y, realmente, esta una historia entre las muchas que existen. Pero que se forjan con tiempo y con esfuerzo, afrontando cada dificultad, porque no todo es sencillo. Por último, llama la atención diciendo que al tiempo extremo que brinda la naturaleza en ciudad Juárez, así como el imaginario, ha hecho que los juareños sean actualmente personas que «buscan realmente superarse en la adversidad, ir más allá de los problemas, creo que también ha despertado mucho la conciencia de trabajar en sinergia. Nosotros, por ejemplo, como salesianos, hacemos mucha sinergia, estamos trabajando con otras ONGs seculares, con las autoridades, con el gobierno y con empresas. Debemos estar así. No debemos quedarnos sólo en el ámbito de la iglesia. Aunque incluso la iglesia sea una red muy interesante que tenemos. Eso por una parte. Por otro lado, es una ciudad muy joven. La población juvenil es el promedio mayor y está bastante empoderada la juventud. Y eso significa mucho».