Cada dos segundos una persona se ve obligada a dejar su hogar. En el mundo hay casi 68 millones de personas que han sido desplazadas de manera forzosa y el número aumenta cada día.
Pascualine, burundesa, ha vivido 18 de sus 21 años en “ninguna parte” (significado de Kakuma en swahili) con su madre y sus cinco hermanos. Llegaron con lo puesto y fueron trasladados al campo, donde viven junto a más de 186.000 personas refugiadas de 18 nacionalidades diferentes.
Pascualine estudia albañilería en uno de los cuatro centros de formación técnica que gestionan los Salesianos en el campo de refugiados de Kakuma (Kenia). Ella es la única chica en su especialidad, sueña con poder ir a la universidad para estudiar arquitectura y poder volver a casa, a Burundi, para reencontrarse con el resto de su familia.
Don Bosco es la única organización que, desde 1993, trabaja y vive dentro del campo, administrado por ACNUR.
Casi el 70% de la población refugiada en el asentamiento de Palabek (Uganda) la forman mujeres y niños. Desde que abrió el asentamiento, en abril de 2017, han nacido allí más de 1.000 bebés. Algún día, esas madres tendrán que contar a sus hijos que no pudieron nacer en su país, Sudán del Sur, debido a la violenta guerra.
En Palabek las familias siguen creciendo, la vida no se detiene, mientras esas madres sueñan con la esperanza en un futuro mejor para sus hijos.
En Palabek, Jóvenes y Desarrollo llevamos a cabo proyectos de formación profesional. A partir de estos, los y las jóvenes pueden realizar tareas en diferentes áreas como peluquería, mecánica, o albañilería. Buscamos que estos jóvenes puedan tener mayores opciones para salir adelante y apoyar a sus familias con su trabajo.